No nacimos como una bodega. Nacimos como un juramento.

En lo profundo del Valle del Maipo, donde la tierra respira historia y la vid susurra secretos antiguos, surge La Orden del Temple: una viña forjada con el espíritu de los caballeros templarios y el alma indomable del vino chileno.

Como los guardianes de un legado perdido, cultivamos con devoción y cosechamos con propósito. Cada botella encierra una promesa: honrar la nobleza, el coraje y la autenticidad de quienes no temieron ir más allá.

Nuestros vinos no solo se beben. Se descubren. Se recuerdan. Se respetan. Porque no seguimos tendencias.

Seguimos un código: Tradición sin concesiones. Identidad viva. Respeto por la tierra. Espíritu templario.

Esto no es solo vino.

Es el testimonio líquido de una orden que aún vela por lo sagrado.